Toda la dulzura del mundo

Toda  la dulzura del mundo…
Por qué esa melodía acariciando así las brumas
qué oscurece, ya, el frío?
Toda la dulzura del mundo…
La voz, entonces, un junco, bajo el viento sin nadie…
y ama a la sombra, aún?
Y hacia quién el suspiro por encima de la colina que ha perdido, misteriosamente, la esquila?
Olvidó, acaso, él,
olvidó,
que en el país no se comía y estaba, ahora, de «luto»,
de «luto», en seguida,
casi en seguida,
ay, de que lo despidiera como un limo el Amarillo?
O se dirige, tal vez,
a lo que, naturalmente. no sabe todavía
pero siente
en el extremo de sí, o en el lugar,  quizás,  del ala y del escalofrío,
o en ese azul que resiste
y que no sabe, tampoco, que es lo que lo sube , qué…

hasta tanto no se destila
una gotita sobre la nieve?
Toda la dulzura del mundo… toda la dulzura…
o toda la dulzura del rocío que no llora, tímidamente, aún,
en un silencio de jade, arriba?
Toda la dulzura del mundo…
O son, acaso,  el aire y el agua, los que, crepuscularmente, se modulan
y se libran en ese hálito
para redimirse en un minuto, de los filos y de las avenidas,
y dar a respirar, y a beber , así,
hasta a la asfixia y a la sed de la eternidad misma,
toda la dulzura del mundo?

Juan L. Ortiz

(del libro, El junco y la corriente, 1957) 

La inundación aludida podría pertenecer a cualquiera de las inundaciones registradas en los márgenes del Yang- Tsé a lo largo de más de 2500 años de historia y motivada muchas veces por diques que se levantaban para ser destruidos años después.. «desastres naturales inducidos en forma bélica».